sábado, 22 de mayo de 2010

Artaud y las danzas balinesas


“El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye. Pero algo sucedió de golpe.”

“entre mi cuerpo y yo no hay nadie/ y mi único signo es que soy cuerpo y nada más, sin alma ni pro-creación, IDEA (...) él es toda mi voluntad sin interrogación interior”


- Se advierte en el teatro balinés un estado anterior al lenguaje, y capaz de elegir su propio lenguaje: música, gestos, movimientos, palabras.
- Toda la creación nace de la escena (lenguaje anterior a la palabra).
- En un espectáculo como el del teatro balinés hay algo, nacido entre las interconexiones entre la naturaleza y el espíritu, que no tiene nada que ver con el entretenimiento. Hay en él una cualidad ceremonial de un rito religioso, extirpan del espíritu del espectador toda idea de simulación, de imitación irrisoria de la realidad. Todo parece un exorcismo destinado a hacer afluir nuestros demonios.




Sobre el teatro balines. Antonin Artaud.

El teatro balinés hace retornar al teatro a su plano de creación autónoma y pura; en la perspectiva de alucinación y miedo.
En la primera pieza -querellas de un padre hacía la hija rebelde a las tradiciones- los personajes se nos presentan como fantasmas o espectros (en perspectiva de alucinación). Las situaciones no son más que un pretexto, el drama no se desarrolla como conflicto de sentimientos sino como conflicto de estados espirituales reducidos a gestos. Los balineses realizan la idea de teatro puro, donde todo existe a través de su grado de objetividad en la escena.
El poder creativo del director elimina las palabras y convierte a los temas en abstractos y genéricos, tan sólo les da vida la complejidad de artificios escénicos, la utilización del gesto y la voz derivados de una idea metafísica.
Por medio de múltiples gestos, actitudes, a través de piruetas que no dejan de utilizar ninguna sección del espacio escénico se revela el sentido de un nuevo lenguaje físico basado en signos y no en palabras: los actores con sus hábitos geométricos parecen jeroglíficos animados.
Las señales espirituales tienen un sentido que sólo alcanzamos por intuición, pero poseen la violencia suficiente como para volver inútil cualquier traducción a un lenguaje lógico y discursivo. Para los fanáticos del realismo a toda costa queda la realista actuación del doble, que se aterroriza por las apariciones del más allá.
En el teatro (danza) balinés hay una representación del miedo válida para cualquier cultura. Los balineses nos restituyen la convención teatral en su valor superior y nos muestran el valor extremadamente emotivo de un número de convenciones perfectamente asimiladas y aplicadas.
El actor utiliza una cantidad de gestos específicos y el tono espiritual dominante hace que estos signos después de tantos milenios no hayan perdido su eficacia (desorbitamientos de ojos, fruncimiento de labios, dosificadas contracciones musculares, etc)
El teatro balinés ha creado una arquitectura espiritual hecha de gestos y mímicas, pero también del poder evocativo del ritmo, de la cualidad musical de un movimiento físico. El espectáculo da una sensación de riqueza, fantasía y generosa prodigalidad, lleno de correspondencias: se funden el lenguaje de la vista con el del oído, el del intelecto con el de la sensibilidad...
El teatro balinés es poesía corporal, nunca nuestro teatro occidental tuva la noción de esta metafísica del gesto ni supo aplicar la música con fines dramáticos tan directos. Nuestro teatro solamente verbal ignora lo que constituye al teatro, debería pedir al teatro oriental una lección de espiritualidad.
El teatro balinés conoce las necesidades plásticas de la escena, conoce el miedo y los medios para desencadenarlo.
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